Porque los argentinos no sólo tenemos instalado el culto al orgasmo, sino que además hacemos de la cantidad de orgasmos la evaluación de la cantidad de placer obtenido.
Porque acá la cosa no es solamente si tuviste orgasmo. ¡Es cuántos!. Se supone que cuanto mas... ¡mejor!.
Entonces, en la mesa del café, los hombres nos reunimos y hablamos sobre sexo...
- No... porque yo, anoche... – dándose aires - ¡Tres!
- Yo me acuerdo la otra tarde... – dice el otro - ¡Cinco!
- Si es por eso, en un picnic... – dice el tercero – me eché ¡Catorce!.
- Que tarados que son – dice el muchacho que sabe -, la historia no es uno, se trata de cuántos le sacas a ella... Porque mi mujer conmigo, por ejemplo, menos de tres... nunca.
- ¡No! – dice el otro – si es por eso la mía, cuando yo uno ¡ella seis!
Y entonces, todos le preguntan al que guarda silencio.
- ¿Y la tuya pepe?
- No, no, no , la mía ... ¡es multiorgásmica!
¡Biónica! - piensa uno –
Y llega a casa fastidiado y acusándose: ¿¡Y yo que hago casado con un pedazo de bofe!?. Multiorgásmica!!!. ¡Que lo parió, soy un tarado!. ¿cómo no me avisaron antes para que yo supera elegir una de esas?. ¿Qué hay que hacer para conseguirlo?
¡Multiorgásmica!. Suena fantástico. Y empieza a aparecer artículos en las revistas para mujeres (editadas por hombres) sobre “Como llegar a ser en la cama lo que todo hombre desea”, el tantra del sexo en el matrimonio, los misterios del punto G y la dieta de la mujer insaciable.
Cuando pensamos la sexualidad desde el orgasmo todo es muy complicado. Primero que nada, porque de verdad no tiene esa importancia. Y segundo, porque se deriva en un tema puesto al servicio de una competencia entre los hombres que no tiene nada que ver con las mujeres con quienes estos hombres vienen de estar.
Cuando un hombre le pregunta a una mujer “cuántos”, no es por ella, es para contarlo en el café, es para registrarlo ahí, no tiene que ver con lo que está pasando sexualmente entre ellos.
Y cuando pregunta si terminaste o no terminaste, es porque hay una amenaza para el, que ha sido entrenado pensando que para ser un macho viril, probado y exacerbado, tiene, primero que haber tenido su correspondiente eyaculación y luego dejarla a ella “dada vuelta” (como todo amante que se precie). Y este es el culto a la inseguridad masculina y no al verdadero encuentro con la mujer. Ningún hombre va a estar fácilmente dispuesto a admitir que esto es así, por mucho que lo diga yo.
Y cuando algunos hombres que no volverán a leer mis libros se sientan agredidos por mis ideas, van a decir.
“¿Qué sabe ese gordo idiota? ¡Seguro que es puto!”
Está todo bien, y yo entiendo.
Lo que digo es amenazante para nuestro ego narcisista.
Nota: Se acabó, no hay más. A ver que publico después.
Porque acá la cosa no es solamente si tuviste orgasmo. ¡Es cuántos!. Se supone que cuanto mas... ¡mejor!.
Entonces, en la mesa del café, los hombres nos reunimos y hablamos sobre sexo...
- No... porque yo, anoche... – dándose aires - ¡Tres!
- Yo me acuerdo la otra tarde... – dice el otro - ¡Cinco!
- Si es por eso, en un picnic... – dice el tercero – me eché ¡Catorce!.
- Que tarados que son – dice el muchacho que sabe -, la historia no es uno, se trata de cuántos le sacas a ella... Porque mi mujer conmigo, por ejemplo, menos de tres... nunca.
- ¡No! – dice el otro – si es por eso la mía, cuando yo uno ¡ella seis!
Y entonces, todos le preguntan al que guarda silencio.
- ¿Y la tuya pepe?
- No, no, no , la mía ... ¡es multiorgásmica!
¡Biónica! - piensa uno –
Y llega a casa fastidiado y acusándose: ¿¡Y yo que hago casado con un pedazo de bofe!?. Multiorgásmica!!!. ¡Que lo parió, soy un tarado!. ¿cómo no me avisaron antes para que yo supera elegir una de esas?. ¿Qué hay que hacer para conseguirlo?
¡Multiorgásmica!. Suena fantástico. Y empieza a aparecer artículos en las revistas para mujeres (editadas por hombres) sobre “Como llegar a ser en la cama lo que todo hombre desea”, el tantra del sexo en el matrimonio, los misterios del punto G y la dieta de la mujer insaciable.
Cuando pensamos la sexualidad desde el orgasmo todo es muy complicado. Primero que nada, porque de verdad no tiene esa importancia. Y segundo, porque se deriva en un tema puesto al servicio de una competencia entre los hombres que no tiene nada que ver con las mujeres con quienes estos hombres vienen de estar.
Cuando un hombre le pregunta a una mujer “cuántos”, no es por ella, es para contarlo en el café, es para registrarlo ahí, no tiene que ver con lo que está pasando sexualmente entre ellos.
Y cuando pregunta si terminaste o no terminaste, es porque hay una amenaza para el, que ha sido entrenado pensando que para ser un macho viril, probado y exacerbado, tiene, primero que haber tenido su correspondiente eyaculación y luego dejarla a ella “dada vuelta” (como todo amante que se precie). Y este es el culto a la inseguridad masculina y no al verdadero encuentro con la mujer. Ningún hombre va a estar fácilmente dispuesto a admitir que esto es así, por mucho que lo diga yo.
Y cuando algunos hombres que no volverán a leer mis libros se sientan agredidos por mis ideas, van a decir.
“¿Qué sabe ese gordo idiota? ¡Seguro que es puto!”
Está todo bien, y yo entiendo.
Lo que digo es amenazante para nuestro ego narcisista.
Nota: Se acabó, no hay más. A ver que publico después.
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