a) Debe tenerse muy en cuenta que la inversión fue una manifestación frecuentísima, y casi una institución, encargada de importantes funciones, en los pueblos antiguos en el cenit de su civilización.
b) Se la encuentra extraordinariamente difundida en muchos pueblos salvajes y primitivos, mientras que el concepto de degeneración suele limitarse a civilizaciones elevadas (J. Bloch). Hasta en los pueblos civilizados europeos ejercen máxima influencia sobre la difusión y el concepto de la inversión las condiciones climatológicas y raciales. Innatismo.- El innatismo sólo se ha aceptado, como puede suponerse, para la primera y más extensa categoría de los invertidos, y precisamente por la afirmación de tales personas de no haberse manifestado en ellas en ninguna época de su vida otra distinta dirección del instinto sexual. La existencia de las otras dos clases, en especial de la tercera, es difícil ya de conciliar con la tesis de un carácter congénito. De aquí la tendencia de todos los representantes de esta opinión a separar de los demás el grupo de los invertidos absolutos, lo cual implica la renuncia a establecer un juicio de valor general sobre la inversión. Esta sería, pues, en unos casos de carácter innato y, en otros, habría aparecido de modo distinto.
La opinión contraria a ésta sostiene que la inversión es un carácter adquirido del instinto sexual. En defensa de esta hipótesis se alegan los hechos siguientes: 1º En muchos invertidos (aun en los absolutos) puede señalarse una impresión sexual que actuó intensamente sobre ellos en las primeras épocas de su vida, y de la cual constituye una perdurable consecuencia la inclinación homosexual. 2º En otros muchos puede revelarse la actuación de determinadas influencias exteriores de la vida, que en época más o menos temprana han conducido a la fijación de la inversión (trato exclusivo con individuos del mismo sexo, vida común en la guerra o prisión, peligros del comercio heterosexual, celibato, debilidad sexual, etc.). 3º La inversión puede ser suprimida por sugestión hipnótica, cosa que constituiría un milagro si se tratase de un carácter congénito.
Desde este punto de vista, puede negarse, en general, la existencia de una inversión congénita. Puede objetarse (Havelock Ellis) que un penetrante examen de los casos considerados como de inversión innata revelaría siempre la existencia de un suceso infantil, determinante de la dirección de la libido, no conservado en la memoria del individuo pero susceptible de ser atraído a ella por un tratamiento psíquico apropiado. Siguiendo a estos autores, podría definirse la inversión como una frecuente variante del instinto sexual, determinada por cierto número de circunstancias exteriores de la vida.
Esta afirmación, aparentemente plausible, queda sin embargo, contradicha por la observación de que muchas personas caen en la adolescencia bajo iguales influencias sexuales -seducción, masturbación mutua-, sin hacerse por ello invertidos o seguir siéndolo perdurablemente. Así, pues, se llega obligadamente a suponer que la alternativa -innatismo o adquisición- o es incompleta o no entraña todas las circunstancias de la inversión.
Explicación de la inversión.- Ni con la hipótesis de la inversión congénita ni con la contraria de la inversión adquirida queda explicada la esencia de la inversión. En el primer caso habrá que especificar qué es lo que se considera innato en ella si no se quiere aceptar la hurda explicación de que una persona trae ya establecida al nacer la conexión de su instinto sexual con un objeto sexual predeterminado. En la segunda hipótesis se plantea la cuestión de si las diversas influencias accidentales bastan por sí solas para explicar la adquisición sin la existencia de algo favorable a la misma en el individuo, cosa inadmisible, según ya hemos visto.
Nota: Si llegaron hasta aquí realmente les gusto lo expuesto, luego vienen más pero distinto. Uno no puede darse el lujo de ignorar ciertos temas.
b) Se la encuentra extraordinariamente difundida en muchos pueblos salvajes y primitivos, mientras que el concepto de degeneración suele limitarse a civilizaciones elevadas (J. Bloch). Hasta en los pueblos civilizados europeos ejercen máxima influencia sobre la difusión y el concepto de la inversión las condiciones climatológicas y raciales. Innatismo.- El innatismo sólo se ha aceptado, como puede suponerse, para la primera y más extensa categoría de los invertidos, y precisamente por la afirmación de tales personas de no haberse manifestado en ellas en ninguna época de su vida otra distinta dirección del instinto sexual. La existencia de las otras dos clases, en especial de la tercera, es difícil ya de conciliar con la tesis de un carácter congénito. De aquí la tendencia de todos los representantes de esta opinión a separar de los demás el grupo de los invertidos absolutos, lo cual implica la renuncia a establecer un juicio de valor general sobre la inversión. Esta sería, pues, en unos casos de carácter innato y, en otros, habría aparecido de modo distinto.
La opinión contraria a ésta sostiene que la inversión es un carácter adquirido del instinto sexual. En defensa de esta hipótesis se alegan los hechos siguientes: 1º En muchos invertidos (aun en los absolutos) puede señalarse una impresión sexual que actuó intensamente sobre ellos en las primeras épocas de su vida, y de la cual constituye una perdurable consecuencia la inclinación homosexual. 2º En otros muchos puede revelarse la actuación de determinadas influencias exteriores de la vida, que en época más o menos temprana han conducido a la fijación de la inversión (trato exclusivo con individuos del mismo sexo, vida común en la guerra o prisión, peligros del comercio heterosexual, celibato, debilidad sexual, etc.). 3º La inversión puede ser suprimida por sugestión hipnótica, cosa que constituiría un milagro si se tratase de un carácter congénito.
Desde este punto de vista, puede negarse, en general, la existencia de una inversión congénita. Puede objetarse (Havelock Ellis) que un penetrante examen de los casos considerados como de inversión innata revelaría siempre la existencia de un suceso infantil, determinante de la dirección de la libido, no conservado en la memoria del individuo pero susceptible de ser atraído a ella por un tratamiento psíquico apropiado. Siguiendo a estos autores, podría definirse la inversión como una frecuente variante del instinto sexual, determinada por cierto número de circunstancias exteriores de la vida.
Esta afirmación, aparentemente plausible, queda sin embargo, contradicha por la observación de que muchas personas caen en la adolescencia bajo iguales influencias sexuales -seducción, masturbación mutua-, sin hacerse por ello invertidos o seguir siéndolo perdurablemente. Así, pues, se llega obligadamente a suponer que la alternativa -innatismo o adquisición- o es incompleta o no entraña todas las circunstancias de la inversión.
Explicación de la inversión.- Ni con la hipótesis de la inversión congénita ni con la contraria de la inversión adquirida queda explicada la esencia de la inversión. En el primer caso habrá que especificar qué es lo que se considera innato en ella si no se quiere aceptar la hurda explicación de que una persona trae ya establecida al nacer la conexión de su instinto sexual con un objeto sexual predeterminado. En la segunda hipótesis se plantea la cuestión de si las diversas influencias accidentales bastan por sí solas para explicar la adquisición sin la existencia de algo favorable a la misma en el individuo, cosa inadmisible, según ya hemos visto.
Nota: Si llegaron hasta aquí realmente les gusto lo expuesto, luego vienen más pero distinto. Uno no puede darse el lujo de ignorar ciertos temas.
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