viernes, 17 de agosto de 2007

Sexualidad, Psicología (Perversiones en conjunto)

(3) GENERALIDADES SOBRE LAS PERVERSIONES EN CONJUNTO

Variación y enfermedad.-
Los médicos que primero estudiaron las perversiones en casos típicos y bajo condiciones especiales se inclinaron, naturalmente, a atribuirles el carácter de un estigma patológico o degenerativo, como ya vimos al tratar de la inversión. Sin embargo, es más fácil demostrar aquí, en los casos de inversión, el error de estas opiniones. La experiencia cotidiana muestra que la mayoría de estas extralimitaciones, o por lo menos las menos importantes entre ellas, constituyen parte integrante de la vida sexual del hombre normal y son juzgadas por éste del mismo modo que otras de sus intimidades. En circunstancias favorables, también el hombre normal puede sustituir durante largo tiempo el fin sexual normal por una de estas perversiones o practicarla simultáneamente. En ningún hombre normal falta una agregación de carácter perverso al fin sexual normal, y esta generalidad es suficiente para hacer notar la impropiedad de emplear el término «perversión» en un sentido peyorativo. Precisamente en los dominios de la vida sexual se tropieza con especiales dificultades, a veces insolubles, cuando se quiere establecer una frontera definitiva entre las simples variantes dentro de la amplitud fisiológica y los síntomas patológicos.

En algunas de estas perversiones es, sin embargo, de tal naturaleza el nuevo fin sexual, que necesitan ser estudiadas separadamente. Ciertas perversiones se alejan tanto de lo normal, que no podemos por menos de declararlas patológicas, particularmente aquellas -coprofagia, violación de cadáveres- en las cuales el fin sexual produce asombrosos rendimientos en lo que respecta al vencimiento de las resistencias (pudor, repugnancia, espanto o dolor). Pero tampoco en estos casos puede esperarse con seguridad hallar regularmente en el sujeto otras anormalidades de carácter grave o una perturbación mental. Tampoco aquí puede negarse el hecho de que personas de conducta normal en todas las actividades pueden, sin embargo, presentar caracteres patológicos en lo relativo a la vida sexual y bajo el dominio del más desenfrenado de todos los instintos. En cambio, una manifiesta anormalidad en otras relaciones vitales se halla siempre en conexión con una conducta sexual anormal.

En la mayoría de los casos, el carácter patológico de la perversión no se manifiesta en el contenido del nuevo fin sexual, sino en su relación con el normal. Cuando la perversión no aparece al lado de lo normal (fin sexual y objeto), sino que, alentada por circunstancias que la favorecen y que se oponen en cambio a las tendencias normales, logra reprimir y sustituir por completo a estas últimas; esto es, cuando presenta los caracteres de exclusividad y fijación, es cuando podremos considerarla justificadamente como un síntoma patológico.

Participación psíquica en las perversiones.-
Quizá precisamente en las más horribles perversiones es donde puede reconocerse la máxima participación psíquica en la transformación del instinto sexual. Prodúcese aquí una labor anímica a la que, no obstante sus espantosos resultados, no se puede negar la calidad de una idealización del instinto. La omnipotencia del amor no se muestra quizá en ningún otro lado tan enérgica como en estas aberraciones. Lo más alto y lo más bajo se hallan más íntima y enérgicamente reunidos que en ningún otro lado como en la sexualidad: Vom Himmel durch die Welt zur Hölle («Desde el cielo, a través del mundo, hasta el infierno», Goethe, Fausto).

Dos conclusiones.- En el estudio de las perversiones hemos llegado al conocimiento de que el instinto sexual tiene que luchar contra determinados poderes psíquicos que se le oponen en calidad de resistencia, siendo entre ellos los que más claramente se muestran: el pudor y la repugnancia. Aparece, pues, justificada la sospecha de que estos poderes participan en la labor de mantener el instinto dentro de los límites de lo considerado como normal, y cuando se desarrollan tempranamente, antes que el instinto sexual alce su plena fuerza, son los que marcan la dirección del desarrollo del mismo.

Hemos observado también que algunas de las perversiones investigadas sólo llegan a ser comprensibles por la conjunción de varios motivos. Cuando pueden someterse al análisis, esto es, a una descomposición, es señal de que son de naturaleza compuesta. De aquí podemos deducir que el instinto sexual no es, quizá, algo simple, sino compuesto, y cuyos componentes vuelven a separarse unos de otros en las perversiones. De este modo, la clínica habría atraído nuestra atención sobre fusiones que en la uniforme conducta normal habrían perdido su expresión.