jueves, 9 de agosto de 2007

Sexualidad, psicologia (Parte II) Inversión

Los invertidos muestran asimismo múltiples diferencias en lo que respecta a su manera de juzgar el peculiar carácter de su instinto sexual. Para unos, la inversión es algo tan natural como para el hombre normal la orientación heterosexual de su libido, y defienden calurosamente su licitud. Otros, en cambio, se rebelan contra ella y la consideran como una compulsión morbosa.

Otras variantes se refieren a las circunstancias temporales. La inversión puede datar de la primera época a que alcanzan los recuerdos del individuo o no haber aparecido hasta un determinado momento, anterior o posterior a su pubertad. Asimismo puede conservarse durante toda la vida, desaparecer temporalmente, no representar sino un episodio en el curso del desarrollo normal, y hasta manifestarse en un estado avanzado de la existencia del sujeto después de un largo período de actividad sexual normal. Se ha observado también una oscilación periódica entre el objeto sexual normal y el invertido. De particular interés son aquellos casos en los que la libido cambia de rumbo, orientándose hacia la inversión después de una penosa experiencia con el objeto sexual normal.

Estas diversas variantes se manifiestan, en general, independientemente unas de otras. En los casos extremos de inversión puede suponerse casi siempre que dicha tendencia ha existido desde muy temprana edad en el sujeto y que él mismo se siente de perfecto acuerdo con ella.

Muchos autores rehúsan formar una unidad con los diversos casos antes indicados y prefieren acentuar las diferencias existentes entre estos grupos en lugar de sus caracteres comunes; conducta inspirada en su concepto favorito de la inversión. Mas por muy justificadas que estén tales diferenciaciones no puede dejar de reconocerse la existencia de numerosos grados intermedios, pareciendo así imponerse la idea de una serie gradual.

Concepto de la inversión -El primer juicio sobre la inversión consistió en considerarla como un signo congénito de degeneración nerviosa; juicio fundado en que los observadores científicos la hallaron primeramente en individuos enfermos de los nervios o que producían la impresión de estarlo. Esta teoría entraña dos asertos, que deben ser juzgados independientemente: el innatismo y la degeneración.

Degeneración.- El empleo arbitrario del término «degeneración» suscita en este caso, como en todos, múltiples objeciones.

Ha llegado a ser costumbre atribuir a degeneración todos aquellos síntomas patológicos que no son de origen traumático o infeccioso. La clasificación de Magnan de los degenerados ha hecho compatible un diagnóstico de degeneración con el más perfecto funcionamiento del sistema nervioso. En tales circunstancias puede preguntarse qué utilidad y qué nuevo contenido posee aún tal diagnóstico. Parece más apropiado, por tanto, no hablar de degeneración: primero, en aquellos casos en que no aparecen juntas varias graves anormalidades y, segundo, cuando no aparece gravemente dañada, en general, la capacidad de existencia y funcionamiento.

Varios hechos nos demuestran que los invertidos no pueden considerarse en este sentido como degenerados:

Porque se halla la inversión en personas que no muestran otras graves anormalidades.

Porque aparece asimismo en personas cuya capacidad funcional no se halla perturbada, y hasta en algunas que se distinguen por un gran desarrollo intelectual y elevada cultura ética.

Porque cuando se prescinde ante estos pacientes de la propia experiencia médica y se tiende a abarcar un horizonte más amplio se tropieza, en dos direcciones distintas, con hechos que impiden considerar la inversión como signo degenerativo.

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