Siguiendo con al iniciativa propuesta en los post anteriores y que da comienzo con Sexualidad, psicología (Parte I) Inversión sigo exponiendo las temáticas sexuales que desde ahora cambian y recorren muchos temas interesantes.
B) IMPÚBERES Y ANIMALES COMO OBJETOS SEXUALES
Mientras que las personas cuyo objeto sexual no pertenece al sexo normalmente apropiado para serlo -esto es, los invertidos- se presentan a los ojos del observador como un conjunto de individuos sin más tara quizá que su desviación sexual, aquellas otras que eligen como objeto sexual sujetos impúberes (niños) nos parecen constituir casos aislados de aberración. Sólo excepcionalmente son los impúberes objeto sexual exclusivo; en la mayoría de los casos llegan tan sólo a serlo cuando un individuo cobarde e impotente acepta tal subrogado, o cuando un instinto impulsivo inaplazable no puede apoderarse en el momento de un objeto más apropiado. De todos modos, no deja de arrojar cierta luz sobre la naturaleza del instinto sexual el hecho de permitir tanta variación y tal degradación de su objeto, cosa que el hambre, mucho más estrictamente ligada al suyo, sólo admitiría en los casos extremos. Lo mismo puede decirse con respecto al comercio sexual con animales, nada raro entre los campesinos, y en el que la atracción sexual rebasa los límites de la especie.
Por razones estéticas limitaríamos gustosamente a los enfermos mentales estas y otras graves aberraciones del instinto sexual, pero ello no es posible. La experiencia enseña que en tales enfermos no se observan aberraciones sexuales distintas de las que aparecen en individuos sanos y en razas y clases sociales enteras. Así, encontramos con desoladora frecuencia atentados sexuales cometidos en niños por sus maestros y guardadores, tan sólo porque a éstos se les presentan más ocasiones para ello que a otras personas. Los enfermos mentales muestran únicamente tales aberraciones en un grado más elevado o -cosa especialmente significativa- llevadas a la exclusividad y sustituyendo a la satisfacción sexual normal.
Esta singular relación de las variantes sexuales con la escala gradual que va desde la salud a la perturbación mental da mucho que pensar. Me inclino a opinar que los problemas que aquí se nos plantean constituyen una indicación de que los impulsos de la vida sexual pertenecen a aquellos que aun normalmente son los peor dominados por las actividades anímicas más elevadas. Aquellos individuos que son mentalmente anormales en un aspecto cualquiera, ético o social, son asimismo -conforme me ha mostrado mi experiencia- anormales en su vida sexual.
En cambio, son anormales sexuales muchas personas que en todas las demás cuestiones se hallan dentro del tipo general y han seguido el desarrollo cultural humano, cuyo punto débil continúa siendo la sexualidad.
Como resultado general de estas elucidaciones deduciríamos que bajo una gran cantidad de condiciones, y sorprendentemente, en muchos individuos, la naturaleza y el valor del objeto sexual pasan a un lugar secundario, siendo algo diferente de esto lo esencial y constante en el instinto sexual.
B) IMPÚBERES Y ANIMALES COMO OBJETOS SEXUALES
Mientras que las personas cuyo objeto sexual no pertenece al sexo normalmente apropiado para serlo -esto es, los invertidos- se presentan a los ojos del observador como un conjunto de individuos sin más tara quizá que su desviación sexual, aquellas otras que eligen como objeto sexual sujetos impúberes (niños) nos parecen constituir casos aislados de aberración. Sólo excepcionalmente son los impúberes objeto sexual exclusivo; en la mayoría de los casos llegan tan sólo a serlo cuando un individuo cobarde e impotente acepta tal subrogado, o cuando un instinto impulsivo inaplazable no puede apoderarse en el momento de un objeto más apropiado. De todos modos, no deja de arrojar cierta luz sobre la naturaleza del instinto sexual el hecho de permitir tanta variación y tal degradación de su objeto, cosa que el hambre, mucho más estrictamente ligada al suyo, sólo admitiría en los casos extremos. Lo mismo puede decirse con respecto al comercio sexual con animales, nada raro entre los campesinos, y en el que la atracción sexual rebasa los límites de la especie.
Por razones estéticas limitaríamos gustosamente a los enfermos mentales estas y otras graves aberraciones del instinto sexual, pero ello no es posible. La experiencia enseña que en tales enfermos no se observan aberraciones sexuales distintas de las que aparecen en individuos sanos y en razas y clases sociales enteras. Así, encontramos con desoladora frecuencia atentados sexuales cometidos en niños por sus maestros y guardadores, tan sólo porque a éstos se les presentan más ocasiones para ello que a otras personas. Los enfermos mentales muestran únicamente tales aberraciones en un grado más elevado o -cosa especialmente significativa- llevadas a la exclusividad y sustituyendo a la satisfacción sexual normal.
Esta singular relación de las variantes sexuales con la escala gradual que va desde la salud a la perturbación mental da mucho que pensar. Me inclino a opinar que los problemas que aquí se nos plantean constituyen una indicación de que los impulsos de la vida sexual pertenecen a aquellos que aun normalmente son los peor dominados por las actividades anímicas más elevadas. Aquellos individuos que son mentalmente anormales en un aspecto cualquiera, ético o social, son asimismo -conforme me ha mostrado mi experiencia- anormales en su vida sexual.
En cambio, son anormales sexuales muchas personas que en todas las demás cuestiones se hallan dentro del tipo general y han seguido el desarrollo cultural humano, cuyo punto débil continúa siendo la sexualidad.
Como resultado general de estas elucidaciones deduciríamos que bajo una gran cantidad de condiciones, y sorprendentemente, en muchos individuos, la naturaleza y el valor del objeto sexual pasan a un lugar secundario, siendo algo diferente de esto lo esencial y constante en el instinto sexual.
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