Mal asunto. "El placer está
relacionado con las sensaciones crudas, puntuales, muy de piel y, por
eso, tiene un recorrido muy corto", explica Rosana Pereira, psicóloga del
gabinete Haztúa y experta en psicología positiva y gestión de los sentimientos,
que completa: "Por el contrario, la felicidad es una forma de vida en el
medio y largo plazo".
Y ambos estados están
determinados por las hormonas; la dopamina, el neurotransmisor que
desencadena en el cerebro las sensaciones de euforia y recompensa, es el motor
del placer, mientras que la serotonina, relacionada con la calma y la
satisfacción, es la responsable de la sensación de felicidad. Pero —y ahora
viene el problema— la dopamina suprime a la serotonina o, dicho de otra forma,
la búsqueda del placer por el placer nos aleja de la auténtica felicidad.
Entonces, tanta hora feliz en los
bares y tanto emoticono sonriente se revelan como parches procuradores de
bienestar momentáneo que malacostumbran al individuo y que salpican de fallas
el camino a la felicidad real. "La sociedad actual está enfocada
únicamente en el placer, en la satisfacción a corto plazo, en el no tener
que hacer dar nada a cambio", afirma Pereira, que apunta así a la raíz del
problema de muchas personas frustradas y deprimidas.
Pereira
explica además el concepto de rueda hedónica, la capacidad del ser
humano de adaptarse al placer por el placer: "Como si fuera una droga,
cada vez necesitamos más para experimentar el mismo grado de bienestar",
sostiene, y pone como ejemplo las primeras salidas con los amigos en la
etapa adolescente. Por entonces, cualquier plan era una caravana de nuevas
sensaciones placenteras; ir al cine, tomar un refresco… todo valía.
Placer en estado puro. Pero conforme pasa el tiempo los planes deben volverse
más elaborados para hacernos disfrutar.
Si no
queremos terminar siendo profundamente desdichados. Como probablemente terminó
muriendo Arístipo de Cirene, discípulo de Sócrates y fundador de la
corriente filosófica del hedonismo. Sí, seguro que disfrutó de maravillosos
banquetes, increíbles orgías y que consagró su vida a los más altos [o bajos]
placeres terrenales. Pero quizá muriera, a la vista de la opinión de los
expertos, sintiéndose un auténtico desgraciado.