Es mi nuevo libro, y es un verdadero placer leerlo, dejo un fragmento que me gusto mucho:
En 1995 concedí una entrevista para un periódico en Singapur. La joven reportera fue puntual y la entrevista comenzó inmediatamente. Nos sentamos en el vestíbulo de un hotel de lujo, bebiendo café y conversando sobre el propósito de mi visita a Singapur.
Compartiría el estrado con Zig Ziglar. Él hablaría de motivación y yo hablaría sobre "Los secretos de los ricos".
-Algún día seré una autora de libros líderes en ventas, como usted -me dijo. Yo había visto algunos de los artículos que ella había escrito para el periódico y estaba impresionado. Tenía un estilo duro y claro para escribir. Sus artículos retenían el interés del lector.
-Usted tiene un gran estilo -le respondí-. ¿ Que le impide lograr su sueño?
-Mi trabajo no parece avanzar hacia ninguna parte -me dijo tranquilamente-. Todos piensan que mis novelas son excelentes, pero no pasa nada. Por eso conservo mi trabajo con el periódico.
Al menos pago mis cuentas. ¿Tiene usted alguna sugerencia?
-Sí -le dije vivazmente-. Un amigo mío aquí en Singapur dirige una escuela que enseña a la gente a vender. Dirige cursos de capacitación para las ventas para muchas de las corporaciones más importantes aquí, en Singapur; creo que si usted asistiera a uno de sus cursos le permitiría mejorar su carrera.
Ella se puso rígida. "¿Está usted diciendo que debo ir a la escuela para aprender a
vender?"
Yo asentí.
-Usted no lo dice en serio, ¿verdad? Nuevamente asentí: "¿Qué hay de malo en eso?" Ahora yo trataba de dar marcha atrás. Ella se había ofendido por algún motivo, y yo deseaba no haber dicho nada. En mi deseo de ayudarle me encontré defendiendo mi sugerencia.
-Tengo una maestría en literatura inglesa. ¿Por qué debo ir a la escuela para aprender a ser vendedora? Soy una profesionista. Asistí a la escuela para recibir adiestramiento en una profesión, con el fin de no ser una vendedora. Odio a los vendedores. Todo lo que desean es dinero. ¿Así que usted me dice que debo ir a estudiar ventas? -ella comenzó aguardar sus cosas en el maletín. La entrevista había terminado.
En la mesa frente a nosotros había una copia de un libro que yo había escrito anteriormente y que se había vendido mucho. Lo levanté, así como las notas que había realizado en su libreta. " ¿Ve usted esto?", le dije señalando sus notas.
Ella miró sus notas. "¿Qué?", preguntó confundida. Nuevamente señalé sus notas.
En su libreta había anotado "Robert Kiyosaki, autor de los libros mejor vendidos".
-Dice "autor de los libros mejor vendidos". No dice "autor de los libros mejor escritos".
Sus ojos se abrieron inmediatamente.
-Yo soy un escritor muy malo. Usted es una buena escritora. Yo fui a la escuela de ventas. Usted tiene una maestría. Junte todo eso y usted tiene un "autor de libros mejor vendidos" y una "autora de libros mejor escritos".
La ira apareció en sus ojos: "Nunca me rebajaré al extremo de aprender a vender.
Las personas como usted no deberían escribir. Yo soy una escritora capacitada profesionalmente y usted es un vendedor. No es justo."
Guardó el resto de sus notas y se apresuró a salir por las grandes puertas de vidrio a la mañana húmeda en Singapur.
Al menos me trató de manera justa y favorable en el artículo publicado al día siguiente.
Nota: No lo puedo creer llegue a las 300! publicaciones.Compartiría el estrado con Zig Ziglar. Él hablaría de motivación y yo hablaría sobre "Los secretos de los ricos".
-Algún día seré una autora de libros líderes en ventas, como usted -me dijo. Yo había visto algunos de los artículos que ella había escrito para el periódico y estaba impresionado. Tenía un estilo duro y claro para escribir. Sus artículos retenían el interés del lector.
-Usted tiene un gran estilo -le respondí-. ¿ Que le impide lograr su sueño?
-Mi trabajo no parece avanzar hacia ninguna parte -me dijo tranquilamente-. Todos piensan que mis novelas son excelentes, pero no pasa nada. Por eso conservo mi trabajo con el periódico.
Al menos pago mis cuentas. ¿Tiene usted alguna sugerencia?
-Sí -le dije vivazmente-. Un amigo mío aquí en Singapur dirige una escuela que enseña a la gente a vender. Dirige cursos de capacitación para las ventas para muchas de las corporaciones más importantes aquí, en Singapur; creo que si usted asistiera a uno de sus cursos le permitiría mejorar su carrera.
Ella se puso rígida. "¿Está usted diciendo que debo ir a la escuela para aprender a
vender?"
Yo asentí.
-Usted no lo dice en serio, ¿verdad? Nuevamente asentí: "¿Qué hay de malo en eso?" Ahora yo trataba de dar marcha atrás. Ella se había ofendido por algún motivo, y yo deseaba no haber dicho nada. En mi deseo de ayudarle me encontré defendiendo mi sugerencia.
-Tengo una maestría en literatura inglesa. ¿Por qué debo ir a la escuela para aprender a ser vendedora? Soy una profesionista. Asistí a la escuela para recibir adiestramiento en una profesión, con el fin de no ser una vendedora. Odio a los vendedores. Todo lo que desean es dinero. ¿Así que usted me dice que debo ir a estudiar ventas? -ella comenzó aguardar sus cosas en el maletín. La entrevista había terminado.
En la mesa frente a nosotros había una copia de un libro que yo había escrito anteriormente y que se había vendido mucho. Lo levanté, así como las notas que había realizado en su libreta. " ¿Ve usted esto?", le dije señalando sus notas.
Ella miró sus notas. "¿Qué?", preguntó confundida. Nuevamente señalé sus notas.
En su libreta había anotado "Robert Kiyosaki, autor de los libros mejor vendidos".
-Dice "autor de los libros mejor vendidos". No dice "autor de los libros mejor escritos".
Sus ojos se abrieron inmediatamente.
-Yo soy un escritor muy malo. Usted es una buena escritora. Yo fui a la escuela de ventas. Usted tiene una maestría. Junte todo eso y usted tiene un "autor de libros mejor vendidos" y una "autora de libros mejor escritos".
La ira apareció en sus ojos: "Nunca me rebajaré al extremo de aprender a vender.
Las personas como usted no deberían escribir. Yo soy una escritora capacitada profesionalmente y usted es un vendedor. No es justo."
Guardó el resto de sus notas y se apresuró a salir por las grandes puertas de vidrio a la mañana húmeda en Singapur.
Al menos me trató de manera justa y favorable en el artículo publicado al día siguiente.
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