jueves, 1 de agosto de 2013

Aprendé a flotar en el mar de la vida

Ella era una mujer pobre, una viuda que había enfrentado diversas calamidades en el transcurso de su vida. El infortunio y la tragedia habían obstaculizado sus huellas, sin embargo, siempre lucía una hermosa sonrisa en su rostro. La serenidad parecía envolver su presencia y la paz, residir en su corazón.

Cada persona que la conocía se maravillaba por su coraje. Todos se sorprendían. ¿Cómo podía permanecer tan calmada y serena entre la turbulencia de la vida? ¿Cuál era el secreto de su paz interior? Mucha gente le hizo estas preguntas, a lo que ella le respondió: "Toda el agua que hay en el mar, no puede hundir un barco. Pero si el agua se mete en su interior, en muy poco tiempo se irá a pique sin dejar ningún rastro. Lo mismo ocurre con las penas. ¡Ellas no te pueden hundir, a menos que las dejes entrar!".

Detengámonos por un minuto en la reflexión de esta mujer. ¡Es cierto! Constantemente debemos flotar en el mar de la vida, sin dejar que los dolores y los problemas invadan nuestro interior.
Si así lo hiciesen, seguramente nos ahogaríamos en las profundidades de la depresión. Aprendamos a manejar nuestras emociones, somos capaces de salirnos del malestar si lo decidimos firmemente.

Tenemos que querer estar bien por amor propio y no decidir autodestruirnos por causas externas. Es nuestra vida, somos nosotros los dueños el barco, del cuerpo.
Sean cuales fueran las circunstancias, no permitas que te hundan, sé sabé que siempre hay una solución. Pedí consejo, ayuda y acciona a tu favor.
Analicemos y reflexionemos para vivir mejor en este mar de la vida.

Fuente: Diario Muy del 01/08/13, Columna de Claudio María Domínguez "Un camino de luz"
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