sábado, 1 de julio de 2023

Fragmento de nota a Tomás Abraham


–¿Te pasó a vos como hijo?  

–Yo fui un hijo viejo. Tenía 65, 67 años y tenía a mis dos padres. Me ocupaba de transitar los traspiés de la ancianidad de ellos, pero también tenía otras cosas, vivía lejos, tenía mis clases, los seminarios. De alguna manera me molestaba… Sabés que los hijos te pueden llamar una vez por semana, para preguntarte “¿estás bien?” A la respuesta “estoy bien”, te dicen “chau”. No es para la lagrimear. Me pasó a mí de hijo, me pasa ahora como padre. Existe la soledad de la vejez, y la soledad de las personas de pocos recursos. Las que tienen que hacer grandes colas, las que no tienen remedios… La vejez es una molestia y no tiene nada que ver con los mitos recurrentes, esos que dicen que en otra época el viejo era consultado porque tenía experiencia y se lo respetaba, eso es medio tribal… La realidad es que el viejo está siempre en el fondo de la casa. Entrás a una casa donde viven varios y el viejo siempre va a estar en el fondo. En las culturas modernas y occidentales ser viejo es un gasto, y en eso hay cierta crueldad.

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